jueves, 10 de diciembre de 2009

Solipsismo vs. Realidad (2do Post)

Alonso Salinas Carrillo


De acuerdo con el Tractatus la lógica no tiene contenidos. El punto de partida de Wittgenstein es la constatación de que lo impensable es indecible. Lo que pasa aquí es que los límites de la realidad coinciden con los límites de lo enunciable. ¿Cómo? Lo que pasa es que el lenguaje se somete a leyes de la lógica, por consecuencia, esta lógica que va impresa en el lenguaje lo que hace es fijar los límites de la realidad, de mi realidad. Así cada quien, cada uno de nosotros de alguna u otra forma ‘escribe’ su propia realidad. Ahora, lo que significa aquí no es la constatación de que ‘esa’ realidad me pertenece solo a mí. Si bien mi mundo es mi lenguaje y mi lenguaje es mi vida en el mundo, ¿mi mundo es ajeno al mundo del resto? “El solipsismo interesante no es el del ego sino el de una perspectiva, el de una acotación especial de la realidad.” ¿Qué quiere decir esto? Lo que quiere decir es que un supuesto solipsismo bajo la forma Wittgensteiniana no retiene los valores del solipsismo en su totalidad. Pues no alude a una propiedad sino más bien a exclusión de los otros. La verdad de la realidad podría ser compartida entre unos y otros pero ¿Es que existen los sujetos? No hay ‘Yo’. El supuesto sujeto de las experiencias no es un objeto de experiencia. El pronombre personal no denota nada. “El mundo es independiente de nuestra voluntad”. El sentido de realidad en cada uno de nosotros es único, esto es, nuestra propia representación, ‘que es común y compartida’. Lo que todos y cada uno de nosotros contemplamos, la sustancia del mundo, son los objetos, los mismos para todos, sólo que cada quién los contempla desde una perspectiva única.

Así el mundo se transforma a sí mismo para todos nosotros de manera personal. Cada quién con su lenguaje siendo un todo en el mundo. Hasta ahí puede ir un solipsismo. Hasta ahí es posible cierta determinación lingüista y social. No hay un real peso metafísico sobre dicha teoría. Si se puede decir se nos muestra un solipsismo y una realidad blandos. Y así es como entramos a la 2da parte de la discusión. Hablando de forma lógica las cosas y tienen significados tienen un uso. Cada parte funciona de acuerdo al desarrollo total del programa.

Al principio, el pensamiento principal es que el ‘yo’ es un instrumento lingüística redundante. El vocablo no se ocupa de lo que son sus aplicaciones corpóreas. Lo nos llama la atención es la aplicación inmediata, la experiencia del ‘yo’. Éste no denota un objeto en especial, si se puede decir, éste simula un agente. La utilidad del pronombre no proviene de su capacidad referencial. Semánticamente: “es el arraigado prejuicio del referencialismo lo que impide que comprendamos debidamente”. La formulación lingüística no es una descripción de nada, sino que ‘remplaza’ lo que sería el objeto natural. Las diferencias cualitativas son dadas por simulación, por un mero ‘rol’ lingüístico. No existe tal cosa como el ‘lenguaje privado’; el significado es colectivo, esto es, los supuestos objetos privados son irrelevantes para su propia determinación. Un claro ejemplo esta al considerar la data sensorial. Por ejemplo: los objetos del campo visual de una persona son los mismos que los de cualquier otra. Llegamos al núcleo del diagnostico del error solipsista. Éste se equivoca al pretender ‘descubrir’ un aspecto distinto de la realidad. ¿Por qué? Porque lo que realmente está haciendo es reclamar como nueva la sensación, está reclamando una nueva comparación y eso es todo. Lo que el ejemplo imaginario de Wittgenstein pone en relieve es que ni siquiera la alusión deliberada a un supuesto sujeto metafísico por parte de alguien bastaría para alterar o anular la funcionalidad propia del juego del lenguaje. No hay posibilidad ni de una condición trascendental para la experiencia ni una posición especial en el mundo ni muncho menos un objeto especial, un ego cartesiano. De acuerdo con el Tractatus yo soy no una entidad especial sino mi vida misma y ésta es el mundo acotado dentro de ciertos límites, indicados por mi lenguaje.

¿Cuál entonces es la realidad? ¿En donde se encuentra el origen de dicha realidad? ¿En la vida misma? ¿En la experiencia misma? Sin rencor ni prejuicios… ¿Qué es lo real? ¿Cuáles de todas las construcciones lógicas del mundo son las verdaderas? ¿Todo simplemente pudiera cambiar si así lo quisiéramos? ¿Cuál sería el método? ¿Habría método para vivir bien? ¿Habría método para construir nuestra realidad? ¿Qué es la cultura? ¿Qué son los ‘programas’ culturales? ¿Hay mundos estables? ¿Tenemos un papel que cumplir como sujetos? ¿Cuál es el papel de nuestro lenguaje? ¿De nuestro entendimiento?



Texto: Alejandro Tomasini Bassols, "El solipsismo del Tractatus".

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