jueves, 3 de diciembre de 2009

HEGEL. LA PRESENCIA DE LA VERDAD.

Pérez Ramírez José Eduardo.

TERCER POST

Hegel. La presencia de la verdad.


Existía un muro infranqueable que separaba de todo comercio verdadero con la vida, con los seres vivientes, con todo lo inmediato. La inmediatez de los sentidos y de la sensibilidad estaba enterrada, como si no fuera propia. Hegel ante la filosofía kantiana tenía el presentimiento de que se había vuelto otro al uno mismo, por decirlo así.
Hablar del mundo, para Kant, no era más que hablar de nuestro mundo. Él al referirse así a éste, estudio la manera en que nos conformamos un mundo. Hablar de este modo no es hablar propiamente del mundo, hablar del mundo, para Hegel, es superar el orden trascendental, para ahondar propiamente en el mundo.
Una reapropiación del cuerpo, no necesariamente individual sino colectivo, la efectúo Hegel al trasladar la razón al mundo y hacernos partícipes de ésta. Nos dice Hegel lo real es racional y lo racional es real.
Hegel logró una inmanentización, o por decirlo así, muerte de Dios, entre mundo y razón: una identificación entre ser humano y mundo, donde el mundo no es algo nuestro sino algo real. Al hablarnos él del arte como elemento que conforma a los pueblos hablaba así mismo del mundo: su estética tiene aquí una incidencia ontológica: va directo a la representación sensible de la idea.
La presencia de la verdad, entonces, se manifiesta a través del lenguaje y la razón que no son más que uno con el mundo.
Existe una relación fuerte, en el caso de Hegel, entre el mundo y el ser humano. No tan sólo hay un límite que señala al lenguaje como indispensable para el ser humano, se ve extrapolada esta relación a la identificación entre el ser humano y el mundo.
En La Fenomenología del Espíritu Hegel llega al espíritu absoluto. Este es un movimiento que da cuenta del tránsito de la conciencia. Si bien la afirmación del propio Hegel entre la isomorfia del mundo y la razón es parte de su argumentación central para su tesis, creemos que quizás el propio desarrollo de la conciencia, ya dialéctica, niegue por su parte, si bien no de manera absoluta, al menos de un modo parcial o móvil, dicha relación fija.
El absoluto nos hablaría de un tránsito o una correspondencia móvil, y donde en ocasiones no corresponda, la razón con lo real, ni viceversa. De esta suerte se vuelve frágil o pantanoso el terreno a partir del cual hable la misma conciencia y el desarrollo del espíritu a pesar de no ser, aún anacrónicamente, un absoluto.
Qué tanta razón tiene entonces la afirmación entre la isomorfia realidad-razón. Podemos plantear dos hipótesis:
O bien puede ser una extrapolación del ser humano al mundo y un erigirse como dueño y responsable del mundo, o bien, en el caso contrario, puede ser una apropiación del ser humano al mundo, al mundo que pertenece. La conciencia universal no es sólo sobre un individuo, así como tampoco es trascendental.
Cual fuera el caso, parte de la preocupación de Hegel, creemos, parte del hecho fundamental de una apropiación del ser humano para consigo mismo. La vida se envuelve a sí misma abrazando al ser. Lo real es racional y lo racional es real. Una inmediatez, del mundo a través de los sentidos y la razón, propia. Se puede hablar de una sensibilidad con dueño sólo si no hay un “nuestro mundo”, sino el mundo. La pertenencia: la extrapolación; la dialéctica.

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