jueves, 3 de diciembre de 2009

María Zambrano y la poesía

Pérez Ramírez José Eduardo.

SEPTIMO POST

María Zambrano y la poesía
Reflexiones en torno al leguaje


Decidir es elegir. Se elige siempre, al menos, entre dos opciones. El ser humano ya de suyo es libre, y depende sólo de él, estando solo, seguirlo siendo. Él mismo elige de lo que crea según su ser. El ser humano no puede ir más allá de lo que es: su pensamiento. En el principio era el verbo.
Cada decisión es única y distinta. Se puede decidir dos veces sobre algo, pero a pesar del esfuerzo, una decisión no remedia la anterior. Se puede decidir de nuevo, no sobre lo que es de nuevo. Se puede decidir dos veces sobre lo mismo, pero cada decisión, siendo nueva es irreductible a una sola. No hay vuelta atrás. El ser humano decidió estar solo.
Al ser humano le asombra todo cuanto crea con palabras al percibir el único mundo que él quiere y puede ver. Percibir es construir.
El ser humano crea en su libertad, en su soledad, en su pensamiento: su condena. Análogamente el filósofo anhela la independencia, quiere estar solo, y anhela salir del delirio primero para encontrar su ser, para ganarlo por búsqueda, es decir, filosóficamente en su soledad, por voluntad busca su libertad. Ser humano, podemos decir, es ser filósofo.
Poiesis del griego es crear, por tanto, quien crea es poeta. Ser humano es ser filósofo y poeta. Ser humano es saber la filosofía de la poesía y saber, también, la poesía de la filosofía.
La soledad humana implica un doble asombro, de enfrentarse de manera desamparada, desde la creación humana, ante la no creación humana, por una parte, y por otra, el enfrentarse, nuevamente de manera desamparada, ante la creación humana. El ser humano, estando solo, se crea completo. Depende de la divinidad. Depende del otro. Y depende, también, de todo cuanto crea con palabras al percibir, esto es, el mundo, la naturaleza.
El ser humano se ha encargado de nombrar todo, pero él mismo no ha podido terminar de nombrarse. Nombrar es crear. Así mismo, el ser humano-solo, puede hablar sólo de sí, puede nombrar su creación. Él da cuenta de sí y de todo, pensando, nombrando. Todo, es aquello cuanto crea el ser humano con palabras al percibir el único mundo que él quiere y puede ver. Nombrar la creación es hacer poesía. La poesía nace del afán de hacer surgir lo que no tiene nombre hecho. El poeta debe de ser preciso.
El poeta habla, nombra, entonces, la completud reflejada en la creación sola. Y no puede hacer más que eso. Se dedica a su labor, y olvida todo cuanto le es ajeno, a saber, aquel primer acto creador. Aquel acto filosófico-poético, donde el ser humano creaba por voluntad y anhelo de soledad que redundaría en su libertad, en su sí mismo, en el ser humano mismo, donde el ser humano solo puede poseerse. Filosofía y poesía, como ya nos dice María Zambrano, se encontraban en ese momento feliz, en ese primer acto creador, en nupcias.
Por su parte la poesía al hablar de todo cuanto había sido creado, de la completud, misma que no existe sin, principalmente, la divinidad, se decide a hablar sólo del hallazgo del primer acto creador y olvida a éste. Sin embargo olvida, también, la poesía, el poeta, que la completud es reflejo de una creación sola, por voluntad del ser humano. Olvida que el ser humano como el filósofo, buscan crear, libremente, en sí mismos; hacer poesía en la soledad. De esta manera soslaya, la poesía, a la filosofía.
Ello explica la postura de Platón, y la condena que hace a la poesía que es creación, y al arte que es lo creado, pues defiende aquel primer impulso poético-filosófico. Platón hace poesía y hace filosofía.
La filosofía misma, por su parte, desde su docta ignorantia buscará y preguntará por aquel primer acto creador. Y en ocasiones le dará nombres, tales como fisis, apeiron, ser, o desde la poesía y extrayendo la idea de lo divino, Dios. En el principio era el verbo.
La poesía, sin embargo, por su cuenta, nos dirá de muchas maneras el mundo que sueña, el mundo que era anhelo, soledad, y por ello mismo completud reflejada en la creación sola tan deseada. Esta completud viene a colmar tal apetencia, pero en su venir a colmar, trae consigo una desesperación, producto de un nuevo asombro, que da cuenta, efectivamente, de la soledad del hombre. El hombre construye su libertad y su cárcel, y en ella su soledad: la razón. La soledad insta, entre otras cosas, a la soledad misma. En ésta uno puede ser todo, hacer todo, pero estará siempre solo. La soledad va acompañada de un delirio de ser todo y nada, de estar solo. En la soledad no hay diferencia entre uno y uno mismo. Uno mismo es creación y es creador. Ser humano es ser un condenado a la soledad.
Al ser humano la soledad le sorprenderá y lo hará renunciar a ella. No hay marcha atrás. ¿A qué atrás? La filosofía es pregunta, y siendo tal ella nos dirá: ¿a qué atrás? Preguntar es buscar una dirección, un sentido que oriente, que sea una luz en el sendero. Se pregunta porque se desconoce. Desconocer es no saber. No saber es no conocer y no conocer es, o bien, nunca haber sabido, o haber olvidado. Para Platón conocer es reconocer.
El filósofo busca la soledad, su ser propio, por sí mismo. En la soledad se reconoce una falta, una carencia, por ello la completud, como se ha dicho se crea desde la soledad. Crear desde la soledad es hacer poesía. Aquel que quiere crear únicamente estando sólo es poeta y es filósofo, es ser humano. Ser humano es dar cuenta de la poesía de la filosofía y dar cuenta, además, de la filosofía de la poesía. El ser humano puede ser poeta y filósofo. Ser algo es aquello que es según él mismo. Aquello que es eso mismo no puede ser otro. La distinción con la otredad no descubre alguna esencia, sino que sólo priva que algo no sea otro. Se “es” mientras lo que se “es”, es. ¿Qué no puede ser? Ser humano es ser esto mismo y no otro. El ser esto mismo de un humano depende del ser que le dé éste a su ser siempre humano. Uno puede ser poeta o filósofo. Son dos caminos, si se quiere distintos o no, donde el hombre se gana a sí mismo. Ser es un modo de ser: un modo de vida.
En conclusión, los poetas pronunciaran “la muerte de Dios”. La acción destructora de lo sagrado, nace según Zambrano, de una desesperación, y se trata de una acción sagrada, por tanto, ejecutada en la mayor madurez del ser humano, pues lo deja, nuevamente, solo sobre sí mismo. El ser humano que ha dudado, toma conciencia sobre su libertad y su cárcel: el lenguaje
La poesía y la filosofía se llegan a conjugar pues de la dependencia absoluta del hombre por la razón, por el lenguaje, se constituye el albor de la conciencia, que no siempre ha de ser la de la razón, o no sólo, o no del todo, pues la razón habrá de estar asistida por el corazón para que esté presente la persona toda entera. La visión depende, efectivamente de la presencia, y quien ha de estar presente es el sujeto, conciencia y voluntad unidos.

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