jueves, 3 de diciembre de 2009

Deleuze 2/2

Daniel Palacio de la Teja

…… Según Deleuze la redundancia tiene dos formas: la frecuencia y la resonancia. La frecuencia es la significación, y la resonancia gira en torno a la subjetividad de la comunicación. Ambas, tanto la significancia o información como, la subjetividad o comunicación; permanecen subordinadas a la redundancia, aún cuando, y esto cabe resaltarlo, se les pueda considerar de forma separada. Básicamente lo que Deleuze quiere decir con esto es que, “no hay significación independiente de las significaciones dominantes, no hay subjetivación independiente de un orden establecido de sujeción” (Deleuze Pág. 85) Las potencias de variación de una lengua menor, que podrían hacernos pensar en la posibilidad de una subjetividad independiente, deben considerar primero que la variación es ya un “síntoma” de que esa lengua, es ya una lengua mayor. La variación mienta cierta consistencia. Basándonos en lo anterior, podríamos decir que no hay tal cosa como una enunciación individual. Toda enunciación es colectiva y por lo tanto, remite a agenciamientos colectivos. No son las subjetividades las que construyen esos agenciamientos, sino los agenciamientos los que determinan los procesos de subjetivación.

Deleuze define el agenciamiento, nominalmente al menos; como “el complejo redundante del acto y del enunciado que lo realiza necesariamente”.( Pág. 85) Es decir el acto se realiza por la redundancia del enunciado. Ahora bien, el mismo Deleuze admite que esta definición no acaba por explicar lo que es un agenciamiento. Pare él, definirlo implica ver primero, que se entiende por los actos. Los actos se explican por medio del conjunto de trasformaciones incorporales que se dan y atribuyen a los cuerpos de una sociedad (cuerpo jurídico monetario etc.). Son cosas que se dicen de los cuerpos, pero que no constituyen a los cuerpos. Los actos no son lo que afecta a los cuerpos, son lo que expresa el enunciado. Una especie de espontaneidad constitutiva del lenguaje.

La cuestión puede resumirse del modo siguiente: comenzamos con los mandatos, y dijimos que ellos eran la una forma explicita de la consigna. Hasta aquí todavía nos moviemos en el terreno del relaciones extrasecas. Posteriormente, se sostuvo que lo propio del mandato se explicaba mejor, si apelábamos a una cuestión interna del enunciado. Así, arribamos a la idea de que en los mandatos existen presupuestos implícitos es decir consignas. Las consignas a su vez, expresan actos inmanentes o trasformaciones incorporales, que no son sino variables de los agenciamientos. Por último resta decir, que los agenciamientos pueden entrar en relaciones determinables, es decir; convertirse en regímenes de signos. La redundancia aparece en todas estas formas, el acto de trasformación que ejerce la consigna, es también redundante. Se puede decir que la propiedad de la consigna, o mejor dicho su capacidad, es la capacidad de captar el lenguaje como un discurso indirecto. La capacidad de presentar un enunciado transmitido en un enunciado trasmisor, y de ahí generar ciertas variables. Variables que pueden estabilizarse y generar significados y procesos de subjetivación.

La idea básica de Deleuze es que la consigna es una- función lenguaje, una articulación de la redundancia consigo misma que permite que el lenguaje se actualice. Deleuze dice: “Es evidente que las consignas, los agenciamientos colectivos o regimenes de signos, no se confunden con el lenguaje. Pero efectúan su condición […] satisfacen cada vez su condición, de manera que, sin ellos, el lenguaje seguiría siendo pura virtualidad […]”

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