miércoles, 9 de diciembre de 2009

Segunda Entrada

Segunda Entrada
Jacqueline Calderón Hinojosa

El lenguaje en Thomas Hobbes

He decidido tomarme la libertad de aportar un pequeño resumen con respecto a una teoría del lenguaje que, si bien resulta en algo sencilla, no por ello nos impide llevar a cabo un interesante análisis y así descubrir que ya desde antes de todos los autores que abordamos en el curso se presentaban algunos problemas que aún en la actualidad pueden ser los temas más recurrentes en cuanto a la filosofía del lenguaje.

Así es como mediante un breve capitulo que Hobbes dedica en su obra cumbre “Leviathan” dedica una explicación de cómo es que él entiende el lenguaje. No sólo nos dará la perspectiva de los problemas que en aquél entonces estaban a la deriva; sino también nos permitirá ver que no hay tanta distancia como podría pensarse entre estos pensadores modernos y los posmodernos que vimos en clase.

Para Hobbes el lenguaje se basa en nombres o apelaciones y en las conexiones de ellos. Según él, por medio de esos elementos los hombres registran sus pensamientos, los recuerdan cuando han pasado y los enuncian uno a otro para mutua utilidad y conversación. Esto, así, es lo que permite que el gobierno, la sociedad y la paz existan. Por supuesto, está de sobra decir que es esto lo que en gran medida nos distingue del resto de los animales que habitan la tierra.

Propone entonces que la explicación del uso del lenguaje en general consiste en transportar nuestros discursos mentales en verbales: serie de pensamientos en serie de palabras con dos finalidades[1]:

1) El registro de las consecuencias de nuestros pensamientos, los cuales podemos evocar de nuevo con las palabras con que se distinguen. Sirve como marcas o notas del recuerdo.

2) Cuando varias personas utilizan las mismas palabras para significar (por conexión y orden), una a otra, lo que conciben o piensan de cada materia; y también lo que desean, promueven o tienen en ellos. Para este uso se denominan signos.

Me concentraré momentáneamente en el segundo punto.

El uso de este segundo término propone mostrar a otros el conocimiento que hemos adquirido.

A su vez, le corresponde a cada uso un vicio, estos vicios serán los que causarán los problemas en la filosofía del lenguaje y que como hemos de advertir no sólo se encuentra en Hobbes si no en muchos más.

1) Cuando los hombres registran pensamientos equivocadamente.

2) Cuando usan las palabras metafóricamente.

3) Cuando por medio de palabras expresan su voluntad y no es cierta.

4) Cuando usan el lenguaje para agraviarse.

Podremos aquí hacer una distinción de los engaños existentes en los cuatro vicios que se exponen.

En el primer vicio nos encontramos con un engaño a nosotros mismos al no ser acertados en la forma que hemos ordenado nuestros pensamientos, a punto tal que nos engañamos a nosotros mismos. En el segundo se trata de un engaño a los demás; lo mismo pasa con el tercero y finalmente el cuarto no creo que se vea afectado de la misma manera que los anteriores.

Lo que quiero resaltar aquí es que quiá este pueda ser n punto de partida para la búsqueda de una objetividad. Realmente parece proponerse la idea de aquel mundo exterior del cuál recibimos distintas impresiones y en el que a su vez nosotros formamos parte como objetos en el mundo para los demás. Es precisamente por ello que está abierta la posibilidad de que nosotros no resultemos confiables (así como los demás no lo resultan para nosotros) y por ende esta preocupación por la verdad, la cuál, a final de cuentas no puede evitar ser vista como la objetividad. Mientras más objetivo, mayor será la veracidad, o verdad que pueda esperarse, en este caso, de un discurso y posiblemente del mundo o mejor aún, de los discursos por medio de los cuales conformamos y construimos al mundo.

Tenemos por lo anterior un discurso que centra su importancia en la objetividad por hallar en el mundo; lo que de antemano supone que existe un mundo y que de hecho puede ser conocido y asimilado por medio del lenguaje. Esta asimilación implica entonces la comprensión y estructuración que ayudará a dicha comprensión que debe hacer el hombre, Por medio del lenguaje es posible alcanzar la comprensión de este mundo exterior. Sin embargo, el problema ya no es el mundo quien puede engañarnos, sino nuestras propias impresiones con respecto a él y por supuesto esto se hará notar al momento de llegar al discurso. La responsabilidad recae en nosotros, nos encontramos ya en ámbitos ontológicos. No hablamos de un mundo dado; aunque se encuentre ahí como algo que objetivamente podemos alcanzar, la objetividad del mundo radica en que es él el mismo para todos y somos nosotros quienes lo significamos y debemos hacerlo para encontrar algún sentido y ya sea comprenderlo como comunicarlo. Es del hombre de quien depende la construcción de éste por medio del correcto uso de las herramientas (el lenguaje); no estamos hablando de invención sino de la correcta estructura a cargo del hombre. Es por ello que utilizo el termino de estructura y construcción como sinónimos.

Recurramos nuevamente a Hobbes para decir que “la verdad consiste en la correcta ordenación de los nombres en nuestras afirmaciones, un hombre que busca la verdad precisa tiene necesidad de recordar lo que significa cada uno de los nombres usados por él, y colocarlo adecuadamente”[2]

Como vemos, con la cita anterior se confirma idea de orden y correcta asignación que el hombre debe hacer para alcanzar la verdad, por lo menos al momento de transmitir un discurso, que es la forma en lo cual se hará llegar a los otros individuos con los que convive y tiene que relacionarse. Pero debemos tener cuidado, pues el juego del lenguaje (como muy bien podría aplicarse el término aquí) radica precisamente en el lenguaje. Pues no puede haber verdad ni falsedad donde no haya lenguaje. Dice Hobbes que puede haber error en cuestión de sucesos, pero sin ser verbalizado, no podemos hablar abiertamente de verdad. Una vez más queda huella de la capital importancia que cobra el lenguaje para este filósofo.

Quizá sea posible más adelante compararlo con distintos filósofos que plantean en sentido más estricto el problema del mundo externo, así como de la posibilidad de poder no sólo referirse a él, sino verdaderamente conocerlo. Por lo menos ahora, con Hobbes dejamos una posible interpretación abierta a su pensamiento tanto en un sentido ontológico como en un sentido del lenguaje.

Hobbes, Thomas, Leviatán I, Editorial Sarpe, España, 1984.



[1] En realidad se abordan 4 sin embargo, por motivos del presente trabajo me limito a mencionar estas dos.

[2] Leviathan, Thomas Hobbes, pag. 50

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