miércoles, 2 de diciembre de 2009


Lenguaje en Foucault.

En las palabras y las cosas la cuestión del lenguaje es fundamental. La alegoría de la “prosa del mundo” nos dice que el mundo nos habla –según la episteme del siglo XVI y XVII- como en un lenguaje y que los ordenamientos de este lenguaje serán los ordenamientos del mundo.
Es por esto que acceder a las cuatro similitudes –la conveniencia, la emulación, la analogía y la simpatía-, los criterios de asociación semántica no es algo independiente del mundo. Es a partir de estas condiciones que se pueden establecer las cadenas o redes semánticas que ordenan el discurso sobre el mundo, la naturaleza, y el mismo lenguaje.
El discurso no es un suplemento lingüístico de un fenómeno óntico, sino el lugar a partir del que asignamos significado y orden al mundo. Lo que logra Foucault es poner al descubierto que la misma concepción del lenguaje en una época determinada refleja lo que se entiende por el mundo, el hombre y la naturaleza.
El principal criterio que pone en movimiento el juego de la representación es la similitud. Las
cuatro similitudes “convenientia, aemulatio, analogía, y simpatía nos dicen cómo ha de replegarse el mundo sobre sí mismo, duplicarse, reflejarse o encadenarse, para que las cosas puedan asemejarse” (Foucault, 1998. p: 34.)
El lenguaje reside en los signos. La escritura en sí misma encierra la lógica de la naturaleza. La naturaleza del lenguaje es la de “ser escrito”. Está en el hombre poder descifrar los signos que dios ha depositado sobre las cosas del mundo. A sí mismo, el lenguaje es también un objeto natural que se debe estudiar de la misma manera que las demás cosas.
En este sentido la oralidad no ocupa un papel central para el lenguaje. El habla no hace otra cosa que evocar los sonidos de esa escritura.
Existe un ser único de la escritura que permite ver tres niveles del lenguaje que perdurarán hasta el fin del renacimiento, haciendo que las figuras oscilen indefinidamente entre uno y tres términos quedarán fijados en una forma binaria que las hará estables; y “porque el lenguaje, en vez de existir como escritura material de las cosas, no encontrará ya su espacio sino en el régimen general de los signos representativos” (Ibíd., p: 50). Esta separación pondrá fin al primado de la escritura desprendiendo la pertenencia del mundo al lenguaje. “Desaparece, pues, esta capa uniforme en la que se entrecruzaban indefinidamente lo visto y lo leído, lo visible y lo enunciable. Las cosas y las palabras van a separarse. (…) El discurso tendrá desde luego como tarea decir lo que es, pero no será más que lo que dice” (Ibídem).
Foucault logra poner luz sobre la bisagra entre dos épocas, el renacimiento y la edad moderna. Su punto de apoyo es el lenguaje o la concepción del lenguaje, y en definitiva el discurso, en dos épocas distintas. La literatura moderna hace reaparecer el ser vivo del lenguaje en donde no se lo esperaba. “…la literatura es lo que compensa (y no lo que confirma) el funcionamiento significativo del lenguaje” (Ibíd., p: 51). La antigua solidez de la inscripción del mundo se diluye en la representación.
La referencia literaria a Don Quijote es la evidencia de esta ruptura. Don Quijote deshace la idea de lenguaje como prosa del mundo, pone en jaque el juego de las similitudes y rompe el vínculo entre las cosas del mundo y la escritura.
La noción de discurso que propone Foucault hace referencia a regularidades que se pliegan sobre sí mismas. El habla no son emisiones aleatorias ni caprichosas. El habla no hace otra cosa que ofrecer variaciones de un mismo texto. En términos más específicos las operaciones que permite esta noción de discurso son el comentario y la crítica.

FOUCAULT, Michel (1998): “Las palabras y las cosas: una aqueología de las ciencias humanas” Buenos Aires, Siglo XXI

Fausto D. Sandoval
Trabajo 2

1 comentario:

Daniel Palacio dijo...

NO puedo escribir en el blog parece que sólo estoy como seguidor no aparece la opcion de crear entrada, a ver si al guien me puede mandar la invitación. danielpalaciodelateja@gmail.com