lunes, 2 de noviembre de 2009

Sobre Verdad en Sentido Extra-Formal

De Anda Celis Verónica Angélica
Problemas de Historia de la Filosofía y Ciencias Sociales
2 de noviembre de 2009


Cuarta Entrada al Blog de ISOMORFÍAS

Sobre Verdad en Sentido Extra-Formal


¿Qué es la Verdad? En el Discurso del Método así como en Las Meditaciones Metafísicas, se muestran dos concepciones de verdad: verdad como correspondencia y verdad como certeza. La primera noción significa que una proposición es verdadera si y sólo si tiene validez objetiva: esto es, si se pueden corroborar su acaecimiento en el mundo empírico. Por otra parte, la segunda noción indica que las proposiciones son verdaderas sólo si son coherentes entre sí: en otras palabras, no hay necesidad de corroboración empírica, sino únicamente identificar que no existan contradicciones entre ellas; puesto que, son sólo proposiciones lógicas y dicha es la razón por la que se les ha vislumbrado como necesarias y universales (al no depender de lo fáctico).

De esta manera, la verdad como correspondencia está forjada bajo la base de la experiencia y de la observación constante. Por ello son dependientes de la misma. Este tipo de proposiciones fueron denominadas por Leibniz como VERDADES DE HECHO. Así, los argumentos que se pueden construir a partir de dichas proposiciones se encuentran gobernados por el Principio de Causalidad. Debido a esto, las conclusiones que provienen de las premisas de dichos argumentos sólo pueden apelar a ser principios inductivos; ya que, a pesar del vasto número de premisas y casos particulares que se posean para validar las conclusiones, no se garantiza la necesidad y universalidad de dichas proposiciones. El conocimiento forjado es sólo probable, pues la experiencia y observación únicamente nos otorgan multiplicidad de percepciones contingentes.

Por lo contrario, la verdad como certeza se encuentra vinculada sobre la base del Principio de No Contradicción. Son proposiciones independientes de la experiencia y observación. Este tipo de proposiciones fueron designadas por Leibniz como VERDADES DE RAZÓN. Asimismo, todos los argumentos que se pueden erigir a partir de dichas proposiciones son universales, necesarios y por ello, su negación es contradictoria. Son verdades analíticas, ya que el significado del predicado se encuentra implícito en el sujeto. Sólo se necesita explicitar los significados de ambos conceptos para poder percibir las proposiciones como verdaderas inmediatamente. El conocimiento forjado es universal y necesario, pues se trata de un orden lógico y no de un orden empírico o que trate de dar cuenta de la experiencia.

Por una parte, la verdad como correspondencia es la base del conocimiento para las Ciencias Experimentales o Empíricas; mientras que la verdad como certeza lo es para las Ciencias Formales. El problema que se anuncia es ¿cómo garantizar la universalidad y necesidad de las proposiciones que dependen de la experiencia para ser verdaderas?

A ello, Descartes da cierta respuesta al postular un ente trascendental que funcione como condición ontológica y condición epistemológica. Dicho ente es Dios. En primer lugar, es condición metafísica, ya que es un orden, un arjé, un logos que garantiza que el mundo o la realidad se mantengan ordenados causalmente, así como la identidad del sujeto y la continuidad del objeto. Esto se debe a que sin identidad del sujeto, no habría un ser que pudiese construir a partir de sus percepciones, conocimiento. Asimismo, sin continuidad del objeto, sólo habría flujo de percepciones. En segundo lugar, es condición epistemológica, puesto que garantiza que las representaciones del sujeto PUEDAN tener validez objetiva, es decir, se remitan a cosas reales fuera del mundo interno del mismo.

Igualmente, comenta que existen en el sujeto ciertas ideas y principios universales y necesarios para posibilitar el conocimiento. Dichas ideas y principios son innatos, ya que al no provenir de la experiencia ni del sujeto, necesariamente debe existir algo que los haya puesto en la razón del mismo. Así, principios como el de No Contradicción, Causalidad, Identidad, de Razón Suficiente, e ideas como la de Dios, Perfección, Necesidad, entre otras, fueron puestas en el alma del hombre por Dios.

Debido a esto, se vislumbra la necesidad de fundamentar el conocimiento no ya apelando a un orden trascendente del cual no podemos dar cuenta, pues no se tiene experiencia del mismo; sino de un orden empírico que observamos. De esta forma, Locke trata de establecer los límites del Entendimiento para poder construir sobre dicha base un conocimiento acorde a las capacidades de dicha facultad. Para este autor, el conocimiento empieza con la experiencia, antes de ella, el entendimiento es una tabla en blanco (tabula rasa). Así, todas las ideas y principios que esta facultad posee provienen de la experiencia a través un proceso inductivo. Dichas ideas y principios van a ser utilizados para emitir juicios y construir conocimiento por medio de un proceso deductivo.

No obstante, Leibniz comenta que dichos procesos implican de antemano ciertas nociones o disposiciones normativas por las cuales se llegan a postular ideas (conceptos) y principios que darán cuenta de la realidad. Estas disposiciones normativas son innatas. Es a partir de estas observaciones por las cuales Kant retoma los postulados empiristas y racionalistas para mostrar la posibilidad de un conocimiento verdadero y universal sin sustentar ningún fondo metafísico y trascendente.

Esto es posible al mostrar que las condiciones de posibilidad de la experiencia y del conocimiento son condiciones lógicas e implícitas, y por ende, universales y necesarias en todo sujeto. Estas condiciones son las intuiciones de espacio-tiempo, las categorías (conceptos) y los principios del entendimiento. Por medio de dichas “estructuras normativas” se “corta” la realidad. Sin ellas no habría posibilidad de experiencia y conocimiento alguno. La realidad se torna re-presentación y sólo de las representaciones podemos dar cuenta.

Todo lo anterior nos manifiesta que la realidad es ordenada y conocida a través de principios lógicos, ya sean provenientes de Dios como las ideas innatas o del sujeto trascendental (sujeto de conocimiento kantiano) como las intuiciones, las categorías y los principios del entendimiento. Precisamente, la “realidad” cobra sentido al ser ordenada por el sujeto. En otras palabras, o mejor dicho, no hay realidad a-significativa. Esto nos permite conjeturar que si no hay realidad a-significativa, entonces el ámbito lógico es simplemente una esfera, entre muchas otras, dadora de sentido. Por lo tanto, no es universal, ya que es una forma contextual de percibir la realidad.

De esta manera, es algo que pretender dar cuenta de la realidad, sin darse cuenta que es sólo una máscara más entre tantas. Las palabras, los conceptos y los principios son sólo tropos. Esto significa que no hay un sentido literal: no hay causas en sí, sino sólo efectos de efectos. Asimismo, no hay isomorfía, pues no existe la verdad; ya que todo se da interpretado, siendo interpretado y en posibilidad de interpretarse. Esto nos advierte sobre la posibilidad de re-significarla por otras vías.

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes, las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas sino como metal.
(Nietzsche, F.; Sobre Verdad y Mentira en sentido Extramoral, p. 11).

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