sábado, 21 de noviembre de 2009

el retorno del sintagama sagrado 2

Podemos pensar la vuelta heideggeriana como una nostálgica mirada hacia atrás conjugada con la estrategia de un doble acto, tanto de desconocimiento como de autoengaño, así en Ser y tiempo en el parágrafo 64, titulado Cuidado y mismidad dice: “El uno-mismo dice “yo-yo” muy frecuentemente y en la voz más alta, porque en el fondo no es propiamente él mismo, y esquiva el poder ser propio. La constitución ontológica del sí-mismo no se deja reducir a un yo-sustancia ni a un “sujeto”, sino que, por el contrario, el cotidiano y fugitivo decir “yo-yo” tiene que ser comprendido desde el poder ser propio; pero de aquí no se sigue, sin embargo, que el sí-mismo sea el fundamento constantemente presente del cuidado.”
Se trata entonces de oponer un discurso desde la posición radical en la que se asume Heidegger, un nacionalismo originario por medio de una propiedad de la lengua en el sentido de “autenticidad” o “propiedad”, enraizado en un profundo populismo romántico, por lo tanto se ve a él mismo como el reformador y restaurador de una posición originaria, ya desde Ser y tiempo se deja notar la salida de los problemas que el neokantismo pensaba como relativos a un sujeto y un mundo objetivo, problemas que Husserl retoma de la misma manera psicologista-fenomenológica, y que Heidegger no duda en calificar de inauténticos, a favor de una pregunta original acerca del Ser. Porque Heidegger se planta en una serie de oposiciones con las que caracteriza la firmeza de su posición en el campo filosófico, en especial con respecto a todos éstos intelectuales “desarraigados y charlatanes”, así, opone a este cosmopolitismo emancipado y moderno sin vínculos ni raíces, la simplicidad de la vida campesina, el arraigo y la originariedad de una filosofía auténtica y propia, su comportamiento busca la coherencia con sus creencias y a partir del academismo de Ser y tiempo, va a ir cambiando este lenguaje técnico que tiene una utilidad aquí simplemente introductoria en el campo filosófico , por un lenguaje más apegado “a las cuestiones más simples y esenciales”, que sin embargo deben ser tratadas “filosóficamente” sin trivialización alguna, así la forma apegada al lenguaje filosófico técnico de la academia reviste a otras intencionalidades que encuentran su expresión pública en el campo filosófico para desdoblarse como políticas, esto es, esta forma reconocida por la academia tiene detrás una ideología que va a hacer uso de las formas de la “filosofía pura” para darle una expresión a una ideología völkisch y un imaginario campesino cuya temática proclama una serie de relaciones orgánicas, recordemos el debate del Systemprogramm contra el Estado máquina que trata a los hombres como engranes, lo que Heidegger tiene en mente es otra instancia que medie en las relaciones entre los entes, esa instancia es el Ser. El artilugio figurativo comienza con la crítica al uso del lenguaje como aparato representador, crítica que tiene ya un punto de vista más originario y que no recurre a reificación alguna por parte de ningún sujeto, lo que más tarde será formulado explíctamente como la Kehre, tiene en Ser y tiempo la forma de una decisión. Así, estas oposiciones junto con el tema del “olvido del ser” van a dar la peculiar relación con el lenguaje y con el lenguaje como poesía que aquí nos importa, por lo pronto ésta relación que se mantiene a lo largo de toda la carrera de Heidegger desde Ser y tiempo comienza con la crítica de la concepción del lenguaje como mero instrumento, la cual es un producto de La Ilustración y de su creación; la racionalidad calculadora, la cual consiste en objetivar las cosas, esto es, pensarlas con categorías de objetos dispuestas y adecuadas para un sujeto que en esta reducción las usa y las utiliza en tanto calculables, tanto en La época de la imagen del mundo (1938) como en ¿Y para que poetas? (1936) va a desarrollar la crítica de la objetividad, principalmente en la primera, aunque ésta es posterior a la segunda, para objetivar algo es necesario pasar de lo presentado a lo representado: “Representar significa aquí situar algo ante sí a partir de sí mismo y asegurar como tal el elemento situado de ese modo. Este asegurar tiene que ser en forma de cálculo, porque sólo la calculabilidad es capaz de garantizarle por adelantado y constantemente su certeza al elemento representador.” El lenguaje se vuelve representador y está dispuesto en tanto herramienta para un tipo de hombre; el sujeto, es decir, el hombre que se pone a sí mismo como fundamento de lo ente, todo lo ente pasa a ser representación objetiva dispuesta para el sujeto que la determina, quedan así ambos determinados en esta relación y además se proyecta históricamente en tanto se le llama Época moderna y humanismo, dicha época requiere una superación precisamente porque hace del hombre mismo un objeto, una de las consecuencias de pensar así al hombre es el desarraigo en tanto individualismo, aquí podemos apreciar cómo la matriz de oposiciones funciona discursivamente en tanto concluye Heidegger que a este hombre moderno:

…hay que plantearle la pregunta expresa de si quiere ser un Yo limitado a su gusto y abandonado a su arbitrariedad o el Nosotros de la sociedad, si se quiere como individuo o como comunidad, si quiere ser una persona dentro de la comunidad o un mero miembro de un grupo dentro de un organismo, si quiere y debe ser como Estado, nación y pueblo o como la humanidad general del hombre moderno, si quiere y debe ser el sujeto que ya es en tanto que moderno.

Por medio de éstas oposiciones en la crítica de lo que produce la modernidad se introduce en el discurso filosófico toda la ideología de la que hemos venido hablando, porque una cosa es la crítica que desarma un discurso ideológico y otra es la crítica desde otro punto de vista ideológico, desde el que se dirige con un sentido casi apocalíptico al próximo final de la Edad moderna, dicha declaración tiene todo el interés de alguien bien plantado en un lugar y tiempo determinados, de un profesor mandarín en medio de una coyuntura histórica que aprovechó el Zeitgeist de su entorno -el cual compartía- para lograrse un puesto importante en la esfera de poder en la se desempeñaba, pero no queremos decir que Heidegger era un oportunista, hijo de su tiempo, su filosofía es de cabo a rabo una respuesta a los problemas reales que él interpreta, en otras palabras, por ella habla no sólo el filósofo o el pensador que lleva a cabo un discurso donde plasma problemas filosóficos puros, sino el ideólogo que interpreta su tiempo en función de una coyuntura social dada y que desde la revolución conservadora plantea una tercera vía a las contradicciones y conflictos sociales que le tocó vivir.

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