Lo anterior nos lleva al recóndito camino por el que Heidegger se adentra en la poesía y también por los vericuetos que guarda ésta para todo aquél que se adentre en su juego, el que tome a Heidegger por guía, así, si el giro heideggeriano comienza con su demarcación de la filosofía moderna, pasa por las meditaciones acerca de la poesía de Hölderlin y continúa hasta culminar en la Ereignis, sería acertado buscar en él no sólo los trucos y artilugios que producen las ilusiones y fantasías, los fenómenos y los conceptos, los dones y eventos, etc. Sino precisamente lo que nos planteamos al principio, esto es, que en la capacidad de producir creencias profundas y duraderas por medio de todo este aparato se da la diferencia que estamos buscando en el mismo lenguaje, podríamos caracterizar a cada una con alguna denominación llamando por un lado a ésta hierofántica y a la otra crítica, pero entonces ésta crítica apareja ya de por sí un desapego, lo mismo si quiere dejar de servir como ideología o si no puede dejar de hacerlo. Pero en el caso de la filosofía heideggeriana ni quiere ni puede, nuevamente haciendo uso de nuestro exergo podemos precisar aún más la locación del lenguaje según Heidegger, así la torsión de la metafísica que se pone en marcha como una denuncia frente a lo que él considera “el peligro de los peligros” en su conferencia de 1936 Hölderlin y la esencia de la poesía (en adelante HEP) nos aclara éste como:
El peligro es la amenaza del ser por lo ente. Pero el hombre expresado en virtud del habla es un Revelado a cuya existencia como ente asedia e inflama, y como no-ente engaña y desengaña. El habla es lo que primero crea el lugar abierto de la amenaza y del error del ser y la posibilidad de perder el ser, es decir, el peligro. Pero el habla no es sólo el peligro de los peligros, sino que encierra en sí misma, para ella misma necesario, un peligro continuo.
La ambivalencia de la que nos habla Heidegger se refiere tanto a una decisión acerca del uso del lenguaje, aquí se encuentra la ritualidad que mencionamos al principio, el uso que propone Heidegger es la transportación de la ritualidad al lenguaje, su uso sagrado en tanto dialéctica y dualidad potencial y como su dimensión histórica en tanto puesta en acto del mismo ser, así el peligro es inminente porque se trata de la misma habla que da lugar tanto a su uso instrumental como a su otredad como portador o casa del ser, la llamada torsión de la metafísica tiene que ver directamente con esta decisión, porque es al mismo tiempo crítica y búsqueda de este nuevo tiempo, advenimiento, pero tal cosa le corresponde a un tipo especial de personas en tanto que se oponen a la objetivación del mundo, éstos son los poetas, para ellos no es vigente la lógica del cálculo sino la del corazón, la lógica rememorante, la que invierte la lógica de la metafísica moderna tal y cómo la filosofía de la conciencia la entiende en tanto representadora y:
…le da a la esencia del hombre, en cuanto interior invisible, la señal para una inversión (Kehre) de la aversión (Abkehre) contra lo abierto. La inversión señala el ámbito interno de lo interior. La inversión de la conciencia es por lo tanto una interiorización rememorante que vuelve la inmanencia de los objetos de la representación en una presencia dentro del espacio del corazón
El qué y cómo se encuentran las cosas en este espacio nos lo hace saber un poco antes, cuando nos dice que es en esta “…interioridad invisible del corazón donde el hombre se siente inclinado a amar a los antepasados, los muertos, la infancia, lo que aún está por venir.” Hay sin duda en Heidegger-debemos reconocerlo- una crítica a la modernidad que se ha vuelto excesivamente especializada en sus saberes y no ha podido volver a encontrar la unidad que reconstruye al hombre entero, fragmentación de la vida en saberes que no se comunican uno con otro, el pensar heideggeriano busca la unidad, pero a qué costo, es el reducto de los temas evacuados por la tecnificación del pensar –ya lo había visto Eagleaton- pero, ¿acaso la nueva hipóstasis del ser va a salvar al hombre?, saber soterológico que busca volver a fundar el mundo en un imaginario cuya estructura ontológica se confunde con las cosas que Heidegger identifica como originarias, la patria, la tierra, el suelo, la lengua provincial, el traje típico, el pueblo, la provincia, el trabajo artesanal, etc. Pero como decíamos es el habla, el lenguaje el que lleva a cabo esta articulación, de ahí la metáfora del templo, el lenguaje es donde se arriesga todo en virtud de que articula todo:
Cuando caminamos hacia la fuente, cuando atravesamos el bosque, siempre caminamos o atravesamos por las palabras <
El lenguaje opera sacralizando lo que la razón calculadora ha objetivado, devolviendo cierta dignidad a las cosas, volviéndolas intocables, si esta operación sacralizante se considera necesaria lo es en la medida que es la operación opuesta a la representación que las vuelve disponibles en una entificación objetivante, se trata de la misma vuelta, un retornar al origen, un regreso del cual es paradigmático el regreso al hogar hölderliniano, “El ser atraviesa como él mismo su ámbito, delimitado (, tempus) por el hecho de presentarse en la palabra.” La operación guarda dos aspectos, que podemos caracterizar como implícito y explícito, el sacralizante implica devolver el respeto al mundo y las cosas por medio de la presencia de lo divino, entrar en este dominio del lenguaje ontoteológico significa volver al juego de ausencia presente de algo divino en todo el lenguaje, el juego de la paraousía, de la paronímia y la alegoría, pero lo implícito del juego es el artilugio que no se reconoce como artilugio, la torsión de la metafísica implica volver a pensar en un tiempo donde el artilugio produce el desconocimiento, el desconocimiento quiere decir que se niega y se borra todo rasgo que delata el aparato figurativo que lo produce, implica también pensar el lenguaje desde ese lugar antes que se piense explícitamente su artilugio, este lugar es para Heidegger la poesía, el regreso es pensar la poesía no como juego simbólico, sino como una actividad de una dignidad y gravedad tales que su decir adquiere sello de permanencia eterna, autoridad que le viene del mismo ser, dice en HEP:
Lo que dicen los poetas es instauración, no sólo en sentido de donación libre, sino a la vez en sentido de firme fundamentación de la existencia humana en su razón de ser. Si comprendemos esa esencia de la poesía como instauración del ser como palabra, entonces podemos presentir algo de la verdad de las palabras que pronunció Hölderlin, cuando hacía mucho tiempo la noche de la locura lo había arrebatado bajo su protección.
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